Época: Desarr Iberoam
Inicio: Año 1914
Fin: Año 1945

Antecedente:
Declive del dominio oligárquico



Comentario

En Perú, los gobiernos civilistas, que habían controlado el país desde finales del siglo XIX, llegaron a su fin con la conclusión de la Primera Guerra Mundial, en medio de una creciente agitación estudiantil. Víctor Raúl Haya de la Torre y José Carlos Mariátegui tuvieron un lugar destacado en la liquidación del régimen civilista. Ambos fueron producto de los cambios producidos con la llegada del nuevo siglo, ambos fueron exiliados por Leguía y ambos trastocaron el panorama político e ideológico peruano. Sus planteamientos, de inspiración marxista, insistían en el carácter semifeudal y semicolonial del país y en el lugar que el indigenismo debía jugar en la solución de los problemas. Pero mientras Haya de la Torre eligió el reformismo y en 1924, durante su exilio mexicano, creó el APRA, Mariátegui volcaría su militancia en el Partido Comunista del Perú, fundado en 1928.
Leguía, antiguo ministro de Hacienda y presidente constitucional, tras romper con los civilistas se constituyó en el hombre que podía resolver los problemas del país y fue reelecto presidente. Durante el oncenio, de 1919 a 1930, gobernó de una manera dictatorial, en su empeño de construir la Patria Nueva. Su pretensión era impulsar una política modernizadora, una política que podría catalogarse como progresista, aunque para cumplir con sus fines tuvo que recurrir a la violencia represiva con cierta frecuencia. La oligarquía limeña, apartada de los círculos políticos dominantes, opuso una seria resistencia a sus pretensiones.

Su política en los tres primeros años de gobierno buscaba ampliar sus bases de apoyo y podría definirse como de reformismo democrático. Modificó la legislación laboral y realizó inversiones en obras públicas, que redujeron el desempleo. La llegada masiva de capitales norteamericanos (la famosa "danza de los millones"), abrió un período especulativo, que convivió con un cierto relanzamiento económico y un incremento de la actividad constructiva en las obras públicas, que se centraron en la construcción de caminos, llevando la presencia del Estado allí donde nunca antes había llegado. La ampliación de la red viaria permitió comunicar la sierra con la costa, para lo cual desarrolló la leva forzosa de indígenas, la conscripción vial, a fin de que los indígenas aportaran la mano de obra necesaria para su construcción.

El mismo Leguía que había adoptado el título de Viracocha, con la intención de ganarse el apoyo de las comunidades indígenas para su causa, consagraría posteriormente el país al Sagrado Corazón de Jesús. La Administración conoció una expansión sin precedentes, y entre 1920 y 1931 multiplicó casi por cinco el número de empleados, aumentando el peso del clientelismo político. El perfeccionamiento del aparato represivo a través de la Guardia Civil amplió el control del Estado en las remotas zonas rurales, en un duro golpe para una cierta y arcaica forma de caudillismo. En 1922 abandonó las formas democráticas y el tono populista que lo caracterizaban y, con el apoyo de la oligarquía, adoptó un carácter más represivo a partir de 1923. Fue entonces cuando los obreros y los estudiantes se sumaron a la oposición, destacando entre estos últimos aquellos que desde 1919 sostenían posturas reformistas. La crisis mundial de 1929 y el deterioro de la situación económica y social condujeron al golpe militar encabezado por el coronel Luis Miguel Sánchez Cerro que acabó con el régimen de Leguía.

En Bolivia, el crecimiento de los sectores medios urbanos consolidó el dominio del Partido Liberal y permitió la elección de Ismael Montes por segunda vez en 1913. Su mandato, extendido hasta 1917, se vería favorecido por la expansión de las exportaciones de estaño como consecuencia del estallido de la Primera Guerra Mundial. Las reacciones que generaba el liderazgo de Montes en el seno de su partido, sumadas al intento de crear un banco nacional, la crisis agraria y el malestar causado por el descenso de las exportaciones de estaño, motivaron la ruptura del Partido Liberal a fraccionarse en dos, dando lugar en 1915 al nacimiento del Partido Unión Republicana, liderado por Daniel Salamanca.

En 1920 terminó el período liberal y comenzó el republicano, que se extendió hasta 1934, gracias a la elección de Juan Bautista Saavedra. Tanto los programas como los apoyos del partido republicano eran similares a los liberales y fueron los que le permitieron el acceso a la presidencia. En esos años se consolidó un sistema multipartidista en reemplazo del bipartidismo existente. En 1920 se creó el Partido Obrero Socialista en La Paz, seguido de formaciones similares en Oruro y Uyuni, que al año siguiente dieron lugar al Partido Socialista, una organización de alcance nacional, de ideología populista no marxista. En estos años se comenzó a modificar la estructura política tradicional, basada en el dominio de la oligarquía y la marginalización de las masas indígenas, en un período que no estuvo exento de graves tensiones políticas, al contrario de lo ocurrido en los años de dominio liberal.

En la década de 1920, coincidiendo con la reactivación de las exportaciones de estaño, comenzaron a plantearse serios problemas sociales, que acabaron en estallidos violentos, que serían duramente reprimidos por el poder ejecutivo. Las respuestas de los indígenas ante los avances de los hacendados sobre las tierras comunitarias fueron conflictivas y los trabajadores comenzaron a formar sindicatos y otras formas de asociación y lucha, que en el caso de los mineros fueron especialmente combativos. La huelga minera de 1923 terminó con la intervención del ejército.

Otro problema se planteó con las concesiones petroleras en las selvas del Este, que beneficiaron a la Standard Oil Company de Nueva Jersey. El ataque a las concesiones dio lugar al nacionalismo económico, una de las nuevas formas de expresión política, convertido en patrimonio tanto de la izquierda como de la derecha tradicional. A fines de 1928 hubo serios problemas en la frontera paraguaya, debido a la importancia de las explotaciones petrolíferas. El presidente Hernando Siles Reyes, que no deseaba el estallido de la guerra, negoció en 1929 un principio de acuerdo, aunque aprovechó la conflictividad para decretar el estado de sitio y limitar los derechos políticos.

A principios de la década de los 30 el nuevo presidente, Daniel Salamanca utilizó la disputa para desviar la atención de los conflictos económicos y sociales. Para ello se planteó el rearme del ejército y la ocupación militar del Chaco. El 1 de julio de 1931 utilizó un incidente fronterizo bastante trivial para romper relaciones con el Paraguay y un año después estallaba la guerra, cuyo desenlace sería fatal para Bolivia. Es un tópico considerar que la guerra fue impulsada por la compañía petrolera Standard Oil, de Nueva Jersey, y la anglo-holandesa Royal Dutch Shell, enfrentadas por el control de unos terrenos potencialmente ricos en yacimientos. Sin embargo, son numerosos los historiadores, como Herbert Klein, que señalan, sin desconocer la importancia del componente petrolero, que la principal causa del conflicto debe buscarse en la situación interna de Bolivia y en el impacto de la crisis mundial sobre dos países de frágil estructura.

La crisis del 30 y el resultado de la Guerra del Chaco destrozaron totalmente el sistema político existente desde 1880 y acabaron con los partidos políticos tradicionales. Algunos partidos de izquierda reclamaban la reforma agraria y el fin del feudalismo, en un claro avance de lo que serian los conflictivos años de final de la década de 1930 y también la de 1940 y que desembocarían en la revolución nacionalista de 1952.

En 1912 un golpe de Estado acabó con el régimen de Eloy Alfaro en Ecuador, reservando para él y sus principales seguidores un sangriento final. Tras su muerte, el liberalismo liderado por el general Leónidas Plaza, más negociador que en el pasado, se convirtió en la expresión de la oligarquía costeña y de los bancos de Guayaquil. El moderado liberalismo gobernante tuvo que enfrentar a una guerrilla liberal, pero más radical, encabezada por el coronel Carlos Concha, seguidor de Alfaro, suprimida en 1916, y posteriormente a la huelga de Guayaquil de 1922, duramente reprimida. Si bien en los años 20 continuó el predominio del cacao, no se asistió a una coyuntura expansiva, como la vivida en Perú o Colombia.

El prolongado período de control político liberal se quebró en 1925, cuando un golpe militar, la Revolución Juliana de la Liga de los Militares jóvenes, derrocó al presidente Gonzalo Córdoba y al año siguiente instaló en el poder a un civil, Eusebio Ayora. La revolución levantó las banderas de las clases medias, de las reivindicaciones obreras y de los trabajadores indígenas. Su dictadura adquirió un limitado tono renovador y modernizador, que sin embargo se indispuso con la oligarquía costeña y que posteriormente abriría las puertas de la política ecuatoriana a José María Velasco Ibarra. En 1929 se proclamó una nueva Constitución, que recogía la mayor parte de las reformas impulsadas por los militares.

La república conservadora siguió marcando su impronta en la Colombia de esta época, aunque en 1910 la Asamblea Nacional había modificado la Constitución de 1886 y redujo el mandato presidencial a cuatro años. José Vicente Concha (1914-1918), que firmó un acuerdo de límites con el Ecuador, debió hacer frente a serias dificultades económicas durante la Primera Guerra Mundial. Durante el gobierno de su sucesor, Marco Fidel Suárez (1918-1921), la economía comenzó a acelerar su crecimiento económico. Los exportadores colombianos de café supieron aprovecharon la política de protección de precios desarrollada por Brasil. Las exportaciones de oro y petróleo también jugaron un papel destacado. La situación se consolidó en 1921, con la firma de un tratado con Washington que acabó con el contencioso abierto por la crisis del canal de Panamá y facilitó las relaciones financieras entre ambos países. En Colombia, al igual que en Perú y otros países de la región, la "danza de los millones" tuvo sus fatídicos efectos.

En 1921, el general Jorge Holguín se hizo cargo del gobierno, aunque al año siguiente sería reemplazado por el también general Pedro Nel Ospina. Bajo la presidencia de Miguel Abadía Méndez (1926-1930), y con recursos provenientes de los préstamos norteamericanos, se aceleraron las obras públicas, especialmente en lo que se refiere a la construcción de infraestructuras. En 1930, la división del Partido Conservador, permitió el acceso de los liberales al poder.

La política venezolana de estos años se caracterizó por la dictadura de Gómez. Una enfermedad había alejado al presidente Cipriano Castro del poder (partió a Alemania en busca de cura en 1909) y en su lugar quedó el vicepresidente, el general Juan Vicente Gómez. Este era un militar ambicioso que, llegada su oportunidad, supo mantenerse en el poder hasta su muerte, ocurrida en 1935. Sus principales apoyos los encontró en el Ejército, al que supo profesionalizar y modernizar, y también en un eficaz sistema de espionaje interior. En 1910 el Congreso legalizó el pronunciamiento de Gómez y lo nombró presidente hasta 1914 y comandante en jefe del Ejército.

La larga dictadura de Gómez, el "benemérito", fue arquetípica, al punto que su gobierno sobrevivió a la crisis del 30. Durante sus mandatos se respetaron las formas legales y periódicamente se celebraron elecciones que ponían la presidencia en manos de terceros, como ocurrió entre 1915 y 1922 y entre 1929 y 1931, aunque él siguió controlando férreamente el sistema. También se cayó en el servilismo con los inversores extranjeros, se difundió la corrupción, se reprimió a los opositores (cárcel, torturas, ejecuciones) y con el mismo rigor se mantuvieron el orden interno y la disciplina laboral. Al mismo tiempo se mejoraron los transportes y la sanidad pública, como símbolos del indudable progreso petrolero que beneficiaba al país y lo que permitía la estabilidad de su gobierno. La época de Gómez, desde 1917, fue la época del petróleo, convertido en el principal producto de exportación. De un millón de barriles anuales extraídos en 1920, se pasó a más de 150 en 1935. Venezuela se había convertido en el segundo productor mundial (con el 8 por ciento del total), por detrás de Estados Unidos, y el principal exportador. El petróleo cambió enormemente al país, especialmente a la capital, Caracas.